Recorriendo posadas y tabernas, el juglar
recopila hechos para inspirar sus próximos cantares, y es habilidoso en sus
injerencias, mostrándose gentil y afable con mesoneros, charlatán con los
viajeros y generoso en vino con los menesterosos. Pluma en ristre, anota raudo,
en caligrafía ilegible, los detalles de las desventuras de sus protagonistas,
para luego rehacer la historia en verso, salpicando las anécdotas de floreadas
metáforas y alardes lingüísticos. Es voraz en sus indagaciones y brillante en
su verbo, y eso le otorga fama y buenos dineros mientras recorre la región de
festejo en festejo, ora en plazas, ora en castillos... Las damas se le
desmayan, embelesadas con sus trinos, y se horrorizan con los sucesos
acaecidos: muertes, duelos, fechorías y timos. Él esparce las noticias de otros
reinos y trasuntos, siendo el primero en contarlos, y siempre interesa aún a
los más leídos, pues que no inventa los incidentes, siempre alguien corrobora
que, como lo cuenta, así ha ocurrido.
Mas en esto que no halla sino temas
repetidos, tan eficiente era en su indagar que agotó sus fuentes; por más que
pregunta a peregrinos, caballeros de fortuna, transeúntes, ninguna nueva por
contar. Viole un escudero entonces tan afligido, acostumbrado a verle reír y
cantar, que acercósele al oído y este consejo le fue a dar: que fuere a ver a
una bruja muy obscura del lugar, vieja de remedios era, acertados consejos
sabía dar, si no por sabia y por bruja, por visitada por gentes de toda
condición, villa o lugar, practicante de mancias y no se sabe de qué más.
El juglar se mostró reacio, no era su modo
de actuar, y tratos con el Diablo no quería pactar... No obstante, un par de
días sin más noticias hallar fueron suficientes para que aquesta intención viniera
a tornar: se dispuso visitar a la bruja, que tal vez la propia aventura fuera
digna de contar. «Hacerlo he, no hay caso», se dijo, y se aprestó hacia la
cueva andar.
Muy tortuoso era el camino, muy estrecha
la senda, puesto que pasando un bosque umbrío, esperaba empinada cuesta
trepando por una loma muy rocosa y entre las grietas, la más ancha era la
susodicha cueva, do la anciana residía y siempre hacía pócimas y brujerías; se
decía que nunca dormía...
-Oigo llover sin que llueva, mas si lo
anuncio, convoco a la tormenta-, escuchó al entrar el curioso juglar. Un ser
encorvado y de encrespados cabellos blancos trajinaba entre extraños matraces y
rebuscaba en pliegos se suponia que conjuros y formulaciones mágicas... Ni se
volvió a miralle, pero aún así le increpó, como si no necesitara velle:
-Aquieta tu curiosidad, que serás bien servido. En el mejor lugar estás para lo
que has venido.
Pues estas palabras no sirvieron de
sosiego al visitante, que no paraba de mironear acá y acullá por ver qué pruebas
hallaba... Y ya la bruja se dispuso a acercársele y lo miró fijamente a los
ojos con los suyos, obscuros y penetrantes. -Noticias buscas, noticias te daré.
-Mas cómo he de pagar tan gran servicio que me harás-, preguntó no sin razón el
avezado. -Por pagar no te has de preocupar, aquí el dinero no sirve. Sólo favor
me deberás para cuando sea menester cobrarme. -¿Favor? ¿Qué tipo de favor? -Ni
lo sé ni lo sabrás hasta que no llegue el momento de pagarle, y entonces no te
podrás negar. -Sea. La nueva quisiere saber sin tardanza.
Lo tomó de la manga y lo llevó ante un
gran plato lleno de un líquido negro, tan espeso que no podía ser agua. -Mira
aquí-, le espetó. Y en el reflejo vio un castillo de un vecino reino cruzando
el océano, y en él a un rey que desterraba a su vasallo... Y toda la historia
se le fue contando como si la estuviera viendo en el mismo trance. Y cuando
acabó el hecho, ansioso, fue venturoso a contallo, escribiendo muy ricos versos
y corriendo a cantallos. Muchos maravedíes le concedieron, y hasta un caballero
que allende los mares recaló no hacía mucho, reconoció la ventura y alabó la
celeridad y certeza del canto y del hecho, y añadió la relevancia que podría
tener que la noticia corriera, pues más caballeros se unirían al afamado del destierro
al saber de su desdicha...
Pasó un tiempo y de nuevo el juglar se vio
sin tema que glosar, y pensó en volver... Aún nada le habían de cobrar...
Dudó... Mas la duda más bien poco le duró en buen hora. Corriendo en pos de la
bruja se vio de nuevo, y de nuevo en el plato le hizo mirar, y una dama en
desdicha vio, que gran pena y quebranto le hizo pasar, y no tardó en loar sus
dones y en sus penares contar. Y en la plaza del cercano castillo, de inmediato
tres caballeros partieron para la bella vengar, que no había de quedar impune
aquella afrenta fatal.
Pensativo quedó el que trova: relevancia
en grado sumo tenía, que su rima le llevaba a despertar e inflamar el ánimo
belicoso y los armados hacía avanzar como peones en un tablero para a otros
derrocar... ¿No le estarían manejando para a su través manejar la voluntad de
caballeros y de reyes y los reinos desmontar? Intrigado y receloso, a la cueva
volvió a espiar, esta vez entró con cautela y sin hacer a la vieja sospechar se
escondió tras una tinaja y en silencio se dedicó a observar. Un labriego entró,
que le había mandado llamar, y ella le recordó un ganado que húbole de sanar, y
como pago ahora pedía que le proporcionara pan a un grupo que llegaría a sus
tierras para pasar en secreto, desterrados y hacia un vecino lugar. Atando
cabos pensó si no estaría un reinado pendiente de asediar por culpa del
desterrado que él vino a loar y que se le unieron caballeros gracias a su
cantar...
Permaneció aún escondido por largo tiempo
el juglar, y vio que la bruja salía con un cesto y con un chal, como si a por
hierbas iría o alguna cosa a buscar. Aprovechó estar solo en la cueva para el
plato revisar, el que de líquido negro parecía rebosar. No era líquido, sino
cristal, y bien extraño, tan pulido como no vio metal. Lo tocó y estaba frío,
pero esto no le vino a espantar. Levantó el plato y notó que algo en su
interior parecía girar. Trató de abrirlo, y al fin levantó como tapa el cristal
y dentro vio maquinaria como ninguna otra vio jamás: ruedas como de molino,
pero pequeñas para encajar unas con otras, y pequeñas bujías con alambres por
doquier, luces que se encendían y apagaban sin cesar, caminos como laberintos
que las unían para formar un circuito complejo y salían chispas y objetos que
no pudo expresar... Metió los dedos, unas manivelas hizo girar, y como por arte
de magia, imágenes comenzaron a figurar en la superficie del cristal de
diversas personas que se movían y accionaban al hablar. Sintió un escalofrío, y
el plato volvió a dejar. Se escondió hasta que volviera la bruja, no sabía qué
esperar.
Entró zaceando la bruja de nuevo en el
lugar, dejó cesta y chal y volvió a trajinar. Mientras cogía la escoba, otra
voz se dio a escuchar, mas no se veía a nadie, nadie más había tal. La adivina
no sorprendiose y con la voz comenzó a hablar. Era estotra voz de vieja, y le
venía a consultar si unos encargos se hicieron y otras cosas le vino a contar
que no sabía a qué se referían. Siguieron hablando de con una tercera quedar
para planear lo que en los reinos se hiciere de un tiempo a este verano llegar.
Cómo llegaran las voces, el mozo no acertó a hallar, pero seguro otro invento
como el del plato habría de estar en algún rincón de la cueva. «Con que estas
planean lo que el futuro ha de dar, y luego lo hacen posible con a la plebe
usar, y hasta con caballeros y con gentes como yo, menda que ha de pagar con
favores y no dinero para hacer su voluntad...»
En sus pensamientos estaba cuando fue a
dar con que la bruja lo miraba bien de cerca y sin pestañear. Un respingo dio
el juglar y la vieja se rió. -No te turbes, doncel, que esto para ti lo
planeé, que descubrieras al fin cuatro cosas, nada malo te haré. Ven y siénta,
tómate un té de hierbas que recogí especiales para ti, que muy bien me has de
servir-, y de la manga lo tomó y frente a la lumbre lo sentó, a un puchero de
agua hirviendo un manojo de hojas echó y lo removió, mientras el mancebo mudo
observaba. Lo retiró del fuego y en un par de jarras sirvió, con una pizca de
miel. -Bebe, confórtate.
Retomado el aliento, se atrevió a
preguntar aquel a quien las palabras nunca faltaron menos en el instante
presente. -¿Qué es esto, bruja, conspiráis contra el rey?- La arpía rió... -Ay,
doncel, no temas conjura, que trabajo para el bien. Y tú favores me debes, y
ahora te exijo su pago y no te niegues. El primero, guarda el secreto de lo que
ahora has visto aquí, que aunque quise que supieras, sólo lo quiero para ti. El
segundo es que sigas loando a mis favoritos así, para que gran ejército se sume
y nuevo tiempo haya de venir; no te costará mucho, pues ya lo hiciste sin que
te obligara, que en verdad es causa justa y nobles son todos los que nuestro
juicio aguardan.
Pensativo seguía el aedo, bebía el té ya
sin miedo, y entre soplidos y sorbos aceptó, más trabajar como esbirro de
brujas bien raro le pareció. Y quedaron la noche hablando de los inventos
mecánicos y su funcionamiento y de cómo las madres se contaban los secretos y
tejían la telaraña con información y misterio y gobernaban el mundo desde sus
agujeros inmensos...
Madame Eloise
Simplemente encantador! El estilo medievalesco le da un toque especial al relato. Me ha gustado mucho. ¡Espero impaciente el momento de volver a leer algo vuestro, Madame Eloise!
ResponderEliminarMuchas gracias, me gusta que mi estilo sea variado. Muy pronto, algo completamente distinto. Gracias por su atención.
EliminarEstá muy bien. No debe ser fácil escribir en ese tono antiguo.
ResponderEliminarUna crítica constructiva: se hace raro que en ese mismo tono se mencionen cosas como bujías.
Estaremos atentos al siguiente capítulo.
Saludos. Sí, fue un interesante ejercicio el recrear un castellano antiguo simulado, pero no demasiado arcaico, puesto que pocos lectores modernos se atreverían con algo mucho más rancio e incomprensible. Respecto a la duda referida sobre la palabra "bujía", me permito reseñar que es un término ampliamente utilizado en la Edad Media, aunque con otro significado que el que se le suele atribuir hoy en día nada más hacer referencia a él. Simplemente significa "vela" o "palmatoria". Posteriormente se usó para referirse a todo lo que contenía una luz o producía una chispa, que es lo que hace esa pieza en nuestros motores de explosión... En mi relato, el juglar se refiere a pequeñas luces que no sabe cómo describir, y las refiere como pequeñas bujías o velas, cuando serían bombillitas o similar. Para cualquier otra duda, estaré encantada de contestar.
Eliminar