Hacia tiempo que los Autómatas y los hombres compartían la ciudad, y el retiro los domingos, después de pasear y comprar en el Rastro era el punto de descanso cientos de pies, ya fueran blandos o duros, calzados o desnudos, recorrían el centro hasta llegar al parque.
Caminaban por el, y se sentaban en sus bancos, se recostaban en mantas sobre el Césped, y extraían de cestas de mimbre botellas con limonada, vino, o carburante, y comían bocatas de tuercas o jamón y queso, algunos leían poesía, volaban cometas, o paseaban observando la naturaleza, o las fieras en sus jaulas.
Era un lugar para las relaciones, el amor y la amistad se podían destilar allí.
Solo había un defecto en la bucólica escena.
Las Ardillas, se habían extinto, el humo de los coches, las fabricas y los hogares las había hecho enfermar y morir, por eso, y no por otra cosa, yo trabajaba en el parque.
Diseñar de nuevo las ardillas fue una tarea ardua, su mecanismo de relojería era sencillo, pero los minúsculos cilindros que les dotaban de comportamiento fueron, en la opinión de mis estimados colegas, una labor precursora.
A diferencia de los Autómatas humanoides que desarrollaron un comportamiento humano por causas desconocidas, las ardillas debían poseer un comportamiento Ardillil, y con ese propósito se las creo, ese comportamiento estaba grabado en los cilindros, dos pequeños cilindros micro-perforados, que se activaban al girar, y presionaban un peine de latón, este trasmitía la información al cuerpo.
Su mecanismo incluía una minúscula caldera, que las permitía consumir cortezas nueces frutos y bayas, y así alimentarse, excretando el sobrante de la combustión.
Su cráneo de acero reforzado estaba compuesto por piezas que emulaban los huesos, y en su interior se encontraban los faros sensitivos oculares, los cilindros de comportamiento y los minúsculos motores que permitían abrir y cerrar boca y ojos.
Su cuello estaba formado por tubo de latón articulado que permitía, gran movilidad gracias a juntas engomadas y un sistema con un giroscopio y un péndulo interno, aunque he de reconocer que tenia tendencia a escorar, era el sistema mas delicado, sobretodo la válvula que unía la caldera con el cuello, era un sistema sensible a los impactos, por eso los aislamos con algodones y goma.
Las patas eran motivo de orgullo para mi, a partir de los libros y dibujos de animales desarrolle unas patas superiores e inferiores acabadas en finas garras, capaces de escalar por arboles, y dar saltos considerables, y aunque sobre plano eran perfectas, su construcción parecía ser harina de otro costal, las soldaduras distaban de ser lo suficiente solidas y quedaban desproporcionadas con respecto al cuerpo, la solución fue compleja, después de numerosos intentos conseguí micro soldaduras y empequeñeci las patas usando condensadores de cobre-tantalio, un material recién descubierto.
Su torso originalmente deberían haber ido cubiertas de chapa de latón de dos milímetros, pero no ofrecía la durabilidad deseada, la respuesta obvia fue pensar en chapa mas gruesa, pero hacia que el Peso fuera excesivo, la solución fue ingeniosa se me ocurrió escuchando a una obra teatral.
Era sencillo, con una chapa de un milimetro, algodón y malla de acero reforzada muy fina, conseguimos un resultado positivo, con un aspecto orgánico, piel de malla, aquello cambio el diseño de todo lo que se haría después.
Una de las cosas mas importantes de las ardillas eran sus circuitos auditivos y oculares, que eran las únicas piezas eléctricas, el resto de la maquinaria era mecánica, alimentada a vapor, por eso existía una pequeña pieza, una hélice desplazada por el vapor, que al girar generaba electricidad. Esta alimentaba el circuito sensorial maestro, y los condensadores.
Y aunque ahora ya no trabajo allí, me gusta ir los domingos, con mi libro de lectura o mi cuaderno de diseños y sentarme entre los rosales, dar de comer a las ardillas y disfrutar, disfrutar de la naturaleza mecánica.
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