Cleopatra, de J.W. Waterhouse 1888 (Wikicommons) |
Muy sencillo, muy lógico.
Pero no.
El guardían. Foto: Eric Rohnen |
El hechizo de la reina Cleopatra supera la suma de las partes de su historia. Por eso, me pareció muy acertado que la exposición dedicó tiempo y espacio a la influencia de esta figura y su amado Egipto en la cultura occidental, tanto de la época del nacimiento del Imperio romano hasta nuestros días actuales. Cleopatra, ella misma, era de una estirpe macedonia, faraones de Egipto desde tiempos de Alejandro Magno.
Es decir, era hija de una mezcla cultural de muchas influencias, tantos siriacos, fenicios, griegos, persas, hindús, italianos, todo lo que caracteriza la época helenista.
Desde luego, los hechos de la vida de Cleopatra son espectaculares, inmortalizados desde hace dos mil años en lienzos, esculturas, ensayos, poesía, música, ópera, teatro, películas y hasta en los dibujos de Astérix y Obélix.
Y aun así, es difícil explicar el estado embriagado en que salimos de la exposición luego de casi dos horas envueltos en la magia de la última reina de Egipto.
¿Padecíamos el Síndrome de Stendhal, combinado con el hambre? Puede que sí.
O puede que quedamos cautivados por la más cautivante de mujeres, Cleopatra.
El destacamento de Steampunk Madrid antes de llegar a tierras egipcias. Foto: Eric Rohnen |
Fmdo:
Prof. Cecily Cogsworth.
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