Relatos:
Una Rosa
Nota del Archivero para la familia Schwannschwert-Teck: esta carta
fue encontrado entre los papeles de la Baronesa Alexandra
Schwannschwert-Teck. La escritora es la joven sobrina de la baronesa,
Cecily Teck, más conocida a la historia como la Profesora Cecily
Cogsworth.
Mi querida tía Alexandra,
Antes de nada, quiero expresar mi satisfacción por la
recuperación del tío Ernst después de su operación. Aplaudo y
mucho su decisión de ser el primer paciente a someterse a la nueva
técnica desarrollada en la Universidad de Praga. Creo que estamos
viviendo en los albores de una nueva etapa tecnológica médica;
quizás los cirujanos checos se debe comparar con los hombres
responsables de crear una maquina voladora.
Y ahora debo comunicar algo que prefiero que sepas, querida tía,
de mi mano y no por la versión de los hechos que seguramente
circularan por la corte imperial.Naturalmente, he escrito a la prima
Sissi antes de a nadie, incluso a ti, para pedirle consejos en este
momento. Ella comprende mejor que nadie la situación de una mujer
quien sufre lo que yo llamo “Un amor chapado en Latón” en vez de
un amor rodeado por la confianza, lealtad y ternura.
En fin. Tardé pocos meses después de la boda (y qué maravilla
era mi boda. ¡Tanta gente querida, tanta ilusión!) para
entender que mi matrimonio era una farsa cruel. La semana pasada,
Fitzburton me mostró, en nuestros propios aposentos, fotografías
hechas durante su estancia en Lejana que dejaban nada a la
imaginación. Te acordarás del caso de las hermanas Brampton,
entonces no hace falta que yo diga más sobre el contenido de estas
odiosas fotos que mi marido me obligó a ver aquella noche apacible.
Me sentí cómo una víctima de la máquina de lujuria antinatural de
un ingeniero perverso, con las ilusiones despedazadas por este cruel
bestia en forma de hombre con quien estuve unido en matrimonio.
Poco recuerdo de los próximos minutos, hasta que mi querida ex
gobernanta y amiga, miss Riddleman, entró el dormitorio. Entonces,
un grito ensordecedor rompió el silencio cuando ella vio el cuerpo
inerte de Fitzburton a mis pies, y yo, con una pistola experimental
de Nicola en la mano.
Miss Riddleman me ayudó a enterrar el cadáver en el jardín y
luego plantamos encima unos rosales de Lejana que Fitzburton me había
traído. Conté al mundo que Fitzburton se había sido enviado de
nuevo a Lejana y el reciente cierre del portal de comunicación entre
nosotros y aquel planeta significa que nadie sospechará nada de lo
ocurrido.
Entonces, soy una esposa en un estado legal ambigua. Seré el
primer caso de una mujer cuyo marido está presuntamente vivo, pero
sin la posibilidad de comunicar con él, ni verlo otra vez en esta
vida. Mis abogados me informan que la situación de Lejana sembrará
un sinfín de casos legales.
Te escribo estas líneas mientras tomo un té en mi jardín de
rosas de Lejana. ¡Cuán rápido crecen!
Recibe un abrazo cariño, amada tía, de tu sobrina,
Cecily.
El monologo del Mayordomo
Nadie esperaba que el Catedrático Aker
fuera padre, siquiera yo, y de hecho no lo era, no desde el punto de
vista biológico, pero desde el incidente que acabo con la vida de su
hermana y el marido de esta, mientras intentaban construir una
maquina voladora, había ejercido como tal.
La joven Sarah era un niña esplendida,
bien educada de razonable atractivo y de modales cultivados, un
bonsái que pronto se convertiría en un bello cerezo, o esos decían
las personas ilustres de nuestra comunidad.
La idea original había sido ingresar a
Sarah en una institución para jóvenes damas, pero el Catedrático
rara vez hacia lo que se esperaba de el, y mas después de pasar toda
la noche consolando a su única sobrina, que se sobresaltaba en plena
noche gritando, algo que despertaba la silenciosa casa. Por eso y por
otros motivos el Catedrático decidió que la muchacha estaría mejor
educada por el que era académico tan solo de once áreas distintas.
La muchacha disfruto de una educación
diversa, sin ser víctima de la maquina educacional que convertía a
las señoritas en pomposas y discretas damas florero, en su lugar
aprendió a cabalgar, a tocar el piano con ojos vendados, a lanzar
cuchillos a beber licores y eructar el abecedario y escupir con
efecto, a la par que el correcto uso de las ciencias y las letras así
como la tan necesaria esgrima con florete que el catedrático había
convertido en una rutina diaria, a la menor solo la pesaba una cosa,
no poder tener una mascota, dado que era alérgica a los gatos pese a
que estos le apasionaban, pero el afecto que se había forjado entre
tío y sobrina se catalizó en el dieciseisavo cumpleaños de Sarah,
cuando su tío le regalo un fiel felino felón de Latón símbolo de
su amor filial.
El felino era del tamaño de una
pantera, con ojos de rubí y tripas de relojería, era un autómata
autónomo que consumía su propio combustible y no necesitaba de los
cuidados de nadie. Ronroneaba con una constancia segura y perfecta y
obedecía a los caprichos de su ama a las mil y una maravillas, Aker
había pasado muchos meses fabricando tal artefacto que causo estupor
cuando con sus garras rompió la caja en la que aguardaba salto hasta
los pies de Sarah y dio una vuelta a su alrededor antes de frotar su
metálica cabeza contra la cintura de esta y hacerse un ovillo para
dormir con un ronroneo agradable.
Desde entonces la joven es invitada a
muchas fiestas a costa de que la acompañe su fiel y felón felino,
pero como ni ella ni el catedrático Aker son unos frívolos es
difícil verles fuera de sus ambientes habituales. Aunque Aker sabia
que mientras el Sr. Calcetines estuviera con Sarah esta no correría
ningún peligro.
Así que, Muchacho, si quieres ver a
ese trío, es mejor que busques una escusa digna, o te golpearan con
la puerta en las narices.
Escrito por Mikel Villafranca.
Escrito por Ángela Ramos.
Por Madame Eloise
Fanny Propeller
Cardiff era,
allá por los setenta del siglo XIX, un pueblo tranquilo de casitas con
granjas y mucha lluvia. Allí vivía Fannny Propeller, hija de un pastor
que se negaba a aceptar los progresos de la Revolución Industrial.
Un
día, casi sin preámbulos, apareció en el cielo lo que muchos tacharon
de abominación satánica. Lo que planeaba era, en realidad, una máquina
voladora. Fanny quedó admirada por aquella maravilla: las alas como de
buitre, ligera y encantadora se alzaba sobre el suelo aquel animal que
parecía vivo. Mas el corazón de Fanny quedó prendado de su piloto, un
altísimo caballero de aspecto extraño que no tuvo muy buena acogida en
el pueblecito.
Lous Ghastly, pues así se hacía llamar, hacía
de la señorita Propeller su musa, con sus bellos ojos castaños y su
melena ondulada bajo los rayos de Sol. Pero lo que más le gustaba de
aquella mujercita que no rozaba los veinte era su ansiosa curiosidad por
los increíbles engranajes y las obras de ingeniería.
Durante
algunos meses vivieron un amor chapado en latón. Incluso el mismo Lous
estaba decidido a hacerla su esposa. Hasta que ocurrió aquel fatídico
acontecimiento...
Un noche de invierno de
estrellas frías, Fanny se dispuso a darle una sorpresa a su amante Nunca
antes había entrado en su taller cuando vio ESO. Un gritó rompió el
silencio en el momento en que los ojos de la chica se toparon con los
del señor Ghastly. Aunque tal vez no sea correcto llamar ojos ni rostro a
esa amalgama de mecanismos de reloj que formaban su cara. No era solo
esto, sino que todo su cuerpo delataba su composición original: un
AUTÓMATA.
Lous no pudo hacer nada cuando la señorita huyó
despavorida, ni cuando cayó sobre aquel ser volador de metal que, tal
perro rabioso, comenzó a atacarla. Murió en el acto víctima de la
máquina.
Nadie volvió a saber más del
misterioso Lous Ghastly con su máquina voladora ni de la dulce Fanny
Propeller. Todo murió olvidado en el antiguo Cardiff de labradores y
supersticiosos.
Escrito por Ángela Ramos.
Matrimonio alquímico
Desde que nació fue vestida de varón. Era la cuarta hermana y sus padres perdieron la esperanza de engendrar heredero. Además de ser una vergüenza en la familia, para ella el destino sería desposarse por obligación.
Vestida de varón, como niño se crió, siempre consciente de su condición. Sus padres le aconsejaban cómo ocultar su engaño, y creció hasta los trece años. No pudiendo esconder ya que era mujer, entrar a un monasterio le aconsejaron; le asustaba estar lejos de sus conocidos parajes, pero tampoco allí estaba segura, se resignó a ingresar.
Como novicio la pusieron al cuidado de un anciano fraile de barba cana. El anciano resultó ser un alquimista que pasaba el tiempo en un aledaño de las cocinas que habilitó como laboratorio con permiso del abad, surtía de medicinas y caldos al monasterio y fama tenía ganada por entre los visitantes que allí se hospedaban. El buen fraile sólo se solazaba con la construcción de un ser mecánico, su hijo, pero más puro y perfeccionado, con vida eterna al no deteriorarse su carne artificial y poder repararse.
-Maestro, ¿estas alas?
-He de crear una máquina voladora. Un artilugio... Bueno... Para el nuevo ser, para que pueda volar y trascender nuestra condición...
-¿Será un ángel entonces?- preguntó ella con los ojos muy abiertos.
-Bueno... Un ángel... No... Pero, podrá volar... Un ángel... Se le parecerá...
Ella observó detenidamente el cuerpo colgado por cadenas. Casi todo era metálico, reluciente, y en la fragua iban encargando fragmentos que el anciano pulía con fruición. Ella, el novicio, era su ayudante y corría de acá para allá llevando las piezas. Le parecía hermoso, pero cuando le dotaron de rostro no pudo evitar caer en un amor chapado en latón... La máscara brillante e inexpresiva se le antojaba irresistible. Cuando nadie la veía le daba besos sin saber que el ser era insensible. Para ella tenía vida, pues así se lo hacían creer los encantamientos con los que el fraile ensamblaba cada pieza.
Avanzado el trabajo, el nuevo ser poseía sus alas y casi toda su complexión, apenas detalles faltaban. No pudo esperar: quería perderse entre sus brazos y que la llevara volando lejos. Se atrevió a iniciar el movimiento en el engranaje y funcionó... Parecía vivo el resplandeciente ángel: por puro automatismo la tomó en brazos, salió volando por el techo, rompiendo las endebles tablas y ascendió... Encantada, soñaba ya con lucir vestidos de mujer y ser feliz junto a su libertador, mas... No era suficiente la energía para mantener el funcionamiento, las alas se pararon en pleno vuelo. Un grito ensordecedor rompió el silencio de la noche. Los frailes salieron de sus celdas para contemplar el horroroso espectáculo de una joven destrozada víctima de la máquina.
El escándalo fue tan grande que la enterraron en secreto, entremezclados los restos de carne con los retorcidos mecanismos; tan clavados estaban que no pudieron separarlos. Todo menos las alas: quedaron intactas, y se ofrecieron a la figura del arcángel san Miguel, sustituyendo las rotas de madera que tenía.
Por Madame Eloise
Profesora, temo que su esposo fuera tan inútil y estúpido como para tratar con ese comportamiento a una dama de su calibre. Lo extraño es que creo que me comentó que formaba parte de los jueces del duelo de té. Yo habría hecho un bonito cóctel y habérmelo bebido en su (des)honor, para rendirle una larga muerte.
ResponderEliminarGracias, caballero, por sus comentarios amables. Si ha llevado Vd. la idea que Fitzburton era juez de los duelos de té en Cifimad, es por error mio.
EliminarEl juez era mr Malverton Bromley-Smith, uno de mis ex-maridos.
Suya,
Prof. Cecily
Maese, Mr. Calcetines es adorable >w<, que majo el tito. El caso es que ese nombre me suena, pero no recuerdo de qué... Me encanta tu dama bien alejada de los tópicos de la época
ResponderEliminarCreo que la señorita Aker estara de acuerdo con su apreciación, y se lo comunire tan pronto como la vea.
EliminarEl nombre de Aker tiene que ver con el esoterismo de la peninsula Iberica de la edad media.
finalmente si como veo, Mr. Robert Guile, le agrada este tipo de relatos le invito a que escriba y participe de manera activa.
Att: Mikel Villafranca Gómez.
Madame Eloise, es una de sus primeras ensaladas, y debo darle mi enhorabuena, es exquisita. Me encanta ese toque gótico y el trágico final. Fabuloso
ResponderEliminarDe hecho, es la primera en este zeppelin a vapor en el que me invitaron tan amablemente a viajar; celebro que sea de su agrado. Espero contribuir frecuentemente para ampliarles la existencia por diversos mundos, hacerles reflexionar y, sí, me temo que mi estilo es bastante gótico... Muchas gracias por su atención y su tan favorable crítica.
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