Historias de Hluot-wig, Gunnar y un barco llamado Fenrir
Era el decimotercer día en ese islote en medio de la nada. La soledad había hecho que los días parecieran semanas. Suerte que había encontrado en la despensa unos cuantos tarros de encurtidos y salmueras y unas cuantas botellas de licores y jugos. Así había conseguido sobrevivir tanto tiempo en aquella roca en medio del Océano. Días atrás una bestia descomunal había destruido la embarcación en la que había salido a hacer una expedición. No debía haberle llevado más de 4 o 5 horas, pero aquello se había transformado en casi 2 semanas desaparecido. Hluot-wig calculaba que estaría a una 25 millas del lugar del naufragio pero no perdía la esperanza de ver aparecer a su maravilloso navío, el Fenrir, en busca de su capitán, así que tenia una hoguera encendida día y noche en lo alto del faro. Por el día alimentaba la hoguera con cualquier combustible que hiciera que el humo se volviera negro para que fuera visible a más distancia, y por la noche había creado con una rueda y varios espejos de pie sobre ésta, un artilugio que potenciaba el brillo del fuego y hacía el efecto de parpadeo.
Pasó el decimocuarto día y seguía sin recibir señales de vida. No podía hacer otra cosa que pensar en Hester, su amor imposible, en Gunnar, su hermano y mejor amigo y en el Fenrir y toda su tripulación. La comida casi se había agotado y los últimos días había tenido que usar sus dotes de pesca con una caña improvisada y recogiendo los moluscos que había aferrados a la roca del islote. Pero no podía subsistir así durante mucho tiempo y cuando llegó el decimoquinto día encerrado en la roca, divisó con el catalejo -que el antiguo inquilino del faro había dejado allí- un barco a vapor con lo que parecía unas marcas rúnicas en el casco... Sí, era el Fenrir y le estaba buscando. Quería encontrar a su dueño. Así que Hluot-wig no lo dudó un solo segundo y corrió hacia dentro del faro. Ese moribundo pero a la vez tan bello lugar había sido su hogar durante 15 días y ahora iba a ser lo que salvara su vida una vez más. El Capitán cogió cualquier cosa que veía que pudiera arder y lo apiló en la zona alta del faro. Seguidamente cogió toda botella de licor que encontró y bañó la pila de objetos para más tarde incendiarla. Una gran llamarada surgió, pero no iba a ser suficiente. Hluot-wig bajó al sótano del edificio y comenzó a buscar hasta que dió con un par de latas de aceite. Las amarró y subió escaleras arriba hasta llegar a la hoguera y comenzó a derramar el aceite por las columnas . Rápido comenzó a extenderse las llamas por la habitación; tanto, que la trampilla de acceso acabó envuelta en llamas antes de que pudiera alcanzarla.
- Gunnar nunca me creerá cuando le cuente esto.
Hluot-wig suspiró profundamente y mientras corría hacia uno de los ventanales ya sin cristal gritó:
- ¡¡¡¡¡¡Por Njördr!!!!!!
Y ahí estaba, a unos metros del agua. Tomó todo el aire que pudo y se sumergió en al agua. El fuego empezó a devorar el edificio rápidamente, recorriendo la gran estructura de madera. Hluot-wig intentó alejarse lo más veloz posible del lugar pero las llamas avanzaban aun más veloces. Unos agonizantes minutos después un estruendo lleno de luz y calor hizo que el mar se estremeciera. El Capitán había vivido durante 15 días en aquel faro y había paseado por el islote muchas veces pero ese faro guardaba un secreto: una pequeña puerta que había en el sótano del faro y que daba a una pequeña cavidad en la roca. El antiguo inquilino había usado esa cavidad como un pequeño almacén donde guardaba todos los bidones de aceite para el faro que la guardia real de los estados flamencos suministraba cada 2 meses.
Hluot-wig miró hacia donde antes estaba el faro, giró y fijó la mirada en el Fenrir que ya había virado y se dirigía a toda máquina hacia alli.
- Por fin.
Hluot-wig dejo que todo su cuerpo flotara boca arriba y se dejó mecer por las olas. Cerró los ojos y durmió. Pronto un gran estruendo le saco de su duerme-vela. Su pequeño se había reunido con él. El Capitán se espabiló y pronto vio una cabeza que asomaba por la borda.
- ¿Vas a quedarte ahi todo el dia o puedo lanzarte una soga ya? - le gritó Gunnar mientras reía.
Hluot-wig le hizo un gesto con la mano invitándole a unirse a él.
- Ven hermanito, el agua está de muerte.
La cabeza desapareció un par de segundos y una soga se dejó caer . Hluot-wig se amarró a ella y comenzaron a subirlo.
Una vez arriba Gunnar se acercó a Hluot-wig con aspecto muy serio.
- Estaba muy preocupado, hermano - le dijo mientras posaba fuertemente su gran mano en el hombro del muchacho.
Hluot-wig sonrió pícaro.
- Hermano, tengo que contarte cómo he escapado de esa antorcha gigante. No me vas a creer.
Ambos comenzaron a celebrarlo mientras la tripulación del Fenrir miraba atónita a ese par de locos
Por el capitán Hluot-wig The Wolf Dubhghaill
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