Hoy Lavapiés contará con un ilustre visitante: Eduardo
Vaquerizo.
En Twitter lleva por nombre Jon Tichy
en honor al protagonista de la serie de novelas de Stanislaw Lem Diario
de las estrellas, El congreso de Futurología, etc. Un autor que ha marcado
indiscutiblemente la vida de Vaquerizo. Ya que, según él, Lem "es uno de
los más grandes escritores del siglo XX y probablemente uno de los tres mejores
escritores de ciencia ficción de la historia".
Aquel hombre gigante en más de un aspecto me espera en una
de las tabernas más castizas del barrio madrileño. Con una cerveza (sin gluten,
eso sí) en la mano la conversación comienza.
P. Despegamos fuerte. ¿Por qué empezaste a escribir?
E. V.- Pues… no lo sé. Soy creativo por naturaleza.
Nunca me he querido conformar con ser espectador pasivo. Me apasiona leer desde
muy pequeño. Para mí fue muy natural querer emular a los escritores que me entusiasmaban.
Tampoco he tenido mucha vergüenza creativa; ni mucho sentido crítico a priori,
de ese que te bloquea. Aunque sí a posteriori, del que es necesario para
evaluar lo que has escrito. Eso ayuda, supongo.
Me he preguntado a menudo no ya por qué comencé a escribir,
sino por qué sigo haciéndolo. La única respuesta medianamente satisfactoria
tiene que ver con dos cuestiones: una pulsión muy primaria por crear y; luego,
el reto que supone escribir. Es un desafío personal, muy parecido al del atleta
que se entrena una y otra vez sin público, con un único enemigo: él mismo.
Luego han venido una serie de recompensas, -entre ellas que te lean, que
disfruten con lo que has hecho- pero que solas no justifican el enorme esfuerzo
que me supone.
Empecé a escribir para recuperar esa sensación de
asombro, de maravilla, de impacto emocional e intelectual
Ahora que reflexiono me acuerdo también del “flow”.
Se trata de un estado mental especial, que solo surge cuando el trabajo se
convierte en una rutina diaria en el que las cosas fluyen. Tu consciencia casi
es un invitado de piedra, un espectador de un proceso opaco al que asistes sin
intervenir y que culmina con la magia de un texto que va apareciendo; una
historia, una novela que crece en la punta de tus dedos. Sí, supongo que ese
proceso es también otro de los motivos de escribir.
P- ¿De dónde proviene la inspiración?
E. V.- No lo tengo claro, para mí todo este proceso
creativo es bastante opaco, subliminal, inconsciente, automático. Supongo que
los escritores somos máquinas procesadoras de información: leemos ficción,
ensayo; vivimos nuestras vidas y nos informamos como podemos de las vidas de
otros (solemos ser muy curiosos, muy cotillas). Todo eso es materia prima que
se procesa y sale en forma de historias, de prosa, de poesía... Constituye un
trabajo que tiene más de artesanía que de arte, pero que termina por producir
textos con un significado casi ajeno. Es algo mágico, que suele sorprender el
primero al escritor.
Los textos más oscuros, los que crees más ligeros, todos
ellos son producto de esa máquina. Como toda máquina, mucho de la calidad del
resultado proviene de la calidad de la información de entrada. Dicen de los
pintores que su primer deber para mejorar es dibujar. Para un escritor es leer mucho
y variado, la mejor prosa y las mejores historias posibles.
Aunque a veces lo que tenías en la cabeza cuando escribías
termina por olvidarse y, cuando lees un texto antiguo (aparte de aborrecer el
estilo porque nunca se deja de evolucionar), sucede que encuentras relámpagos
de comprensión, identificación con ideas, con sensaciones y situaciones muy
personales que no sabías que estaban allí; pero sí, lo estaban y las has puesto
tú aunque no lo supieses.
Si una novela no
se edita y se lee, no está completa, no se puede reconstruir en la mente del
lector y cerrar así el acto literario de esa especie de telepatía que es la
literatura.
P- ¿Cómo se siente uno con una larga
trayectoria de títulos y premios tan importantes como el Celsius, el Ignotus o el
Minotauro a sus espaldas?
E. V.- No soy consciente de que sea tan larga ni tan
importante. No dejo de ser un aficionado a esto. Lo primero que pienso cuando
veo lo que he escrito durante los últimos, no sé, veinte años, es que no es
mucho. No puedo dedicarle mucho tiempo a escribir. Quizá si pudiera dedicarme
solo a ello podría haber producido, tal vez, el doble de novelas. Una por año,
llegar a la veintena.
Como es lógico, los premios y las publicaciones son
agradables, pero para mi lo más agradable de todo es terminar una novela y que
pueda ser publicada y, sobre todo, leída porque es el fin del camino. Si una
novela no se edita y se lee, no está completa, no se puede reconstruir en la
mente del lector y cerrar así el acto literario de esa especie de telepatía que
es la literatura.
Esa es la parte que más me angustia de todo el proceso
porque escapa a mi control y lo que más echo de menos de tener una carrera más
profesional. Mi mundo ideal sería uno en el que perteneciera a una editorial
fija que publicase todo lo que hiciera (sin olvidar el importante proceso de la
edición, claro) y que no tuviera que preocuparme de ese tema. Por desgracia las
cosas no funcionan así ahora para casi nadie. Lo único bueno de escribir mucho,
lo de la larga carrera, es que se mejora.
Pero enseguida, detrás de esa reflexión, se me ocurre que me
cansaría de una única actividad. Soy de naturaleza inquieta aunque,
últimamente, con niños pequeños y mucho trabajo, mi capacidad de multitarea
empieza a hacer aguas y a me apetece un poco más de tranquilidad.
P-
Eres ingeniero técnico aeronáutico y trabajas en la Agencia Estatal de
Seguridad Aérea. Como profesional, ¿qué transportes crees que poblarán el
cielo?
E. V. - Pues… es muy complicado especular y acertar
pero ¿quién dijo miedo?
Lo cierto es que los combustibles fósiles se están
terminando. El problema es que, mientras que el transporte por carretera y el
marino no tienen problema con los motores eléctricos y las baterías; los
aviones sí, porque no pueden volar si pesan mucho. Ese problema meramente
físico, me lleva a descartar por pura termodinámica y economía energética los
coches voladores de cualquier especie. No van a existir no porque
tecnológicamente sean imposibles, sino porque económicamente y
termodinámicamente sí lo son.
Especulando con posibles transportes aéreos con baterías,
quizá podríamos ver el cielo del futuro poblado por un tipo de aeronaves que es
mezcla de dirigible y avión, enormes cuerpos sustentadores hechos de tela y
rellenos de helio, que harían posible una aeronave de peso casi cero (por
sustentación del helio) y que volaría muy despacio usando motores
eléctricos baratos y eficientes.
El otro paradigma posible es más inverosímil, aunque nunca
se sabe. Se trata de que se encuentre una fuente de energía realmente barata,
eficiente y transportable (fusión o algo similar) añadido o no al
descubrimiento de cómo manejar la gravedad (bastante imposible, por desgracia).
Entonces sí, el cielo se llenaría de todo tipo de locas máquinas voladoras
que ahora solo están restringidas al reino de la imaginación de los
escritores de ciencia ficción.
P- La ciencia ficción ha especulado mucho sobre la
conquista del espacio. ¿Cómo imaginas que tendrían que ser esas naves que nos
permitirían viajar entre planetas?
E. V.- Muy imposibles. Una vez más podemos lanzar la
imaginación o dejarla aquí, anclada a la realidad probada y científica. Si nos
atenemos a la ciencia, la barrera de la velocidad de la luz es infranqueable.
Las naves que tuvieran como objetivo cruzar el abismo cósmico entre estrellas
tendrían que ser, para empezar, muy longevas, porque sería muy complicado y
lento acelerarlas mucho e igualmente complicado y lento desacelerarlas en
destino.
La
única propulsión que, ahora mismo, nos permitiría comenzar a pensar en una nave
interestelar es la de propulsión por explosiones atómicas, un proyecto de los
muchos que se manejaron durante la carrera espacial. Se trataría de propulsar
la nave mediante una serie de explosiones nucleares controladas. El empuje que
se lograría sería espectacular. Esa tecnología es, teóricamente, manejable, por
más que su desarrollo sería un carísimo infierno que se comería gran parte del
PIB del planeta durante cincuenta años.
Cualquier otra opción (y que quiera transportar seres
humanos además) pasa por lo irrazonable. Aunque puede que se pueda realizar con
una nueva física, aún no descubierta.
Estudiar el pasado
es considerar la fugacidad del presente, tanto del personal como del colectivo
La Historia es una constante en la obra de Vaquerizo, de
quien algunas de sus novelas han pisado las aulas. La última noche en
Hipatia fue protagonista en la ponencia “When Classical Antiquity and
Present Meet: Travelling Through Time in Science Fiction” de un congreso en
torno a este asunto. Danza de tinieblas ha sido objeto de una tesina y
de una tesis sobre ucrónicas donde trataban a la novela. Esto pone de
manifiesto que existe cierto interés académico sobre esas obras. Esta es otra
forma de acercarse a Eduardo, para quien esto le resulta "mágico".
Como él mismo afirma, el que menos conoce su obra es su creador, por lo que
quizá estos trabajos le permiten descubrir nuevas interpretaciones.
P- Aunque la ciencia y la tecnología marcan tanto tu
vida, la Historia también es un tema base en tus novelas, ¿por qué te llama
tanto la atención?
E. V.- Un vez más, no lo tengo muy claro. La historia
me fascina porque es un viaje en el tiempo que hacemos cada vez que la
estudiamos. Me apasiona el pensar en cómo otros hombres, otras mujeres, en todo
iguales a nosotros, pensaban y vivían con otros parámetros mentales. Para ellos
el sol salía igual que para nosotros, del mismo color y la noche tenía las
mismas estrellas y olía igual. Sin embargo ellos adoraban a Anubis,
sacrificaban a otros humanos o se dedicaban a matarse unos a otros con sistemas
y armas diferentes a los actuales.
Al final, creo que lo que me vuelve loco de la historia es
esa dualidad: los mismos seres humanos, pero tan diferentes a nosotros. Y la
consciencia de que ha habido otros mundos, otras realidades, otras sociedades
que se consideraban a ellas mismas, definitivas.
Estudiar el pasado es considerar la fugacidad del
presente, tanto del personal como del colectivo. No solo no somos nada, sino
que otros ya hicieron lo mismo que nosotros infinitas veces y con infinitas
variedades. Es posible que Danza de tinieblas sea una de las
novelas más conocidas de Eduardo Vaquerizo, cuyo éxito no se esperaba en
absoluto y que sostiene que nadie puede predecir ni premeditar un éxito
literario.
Para ello, citó cómo William Goldman, en su libro Adventures
in the Screen Trade: A Personal View of Hollywood and Screenwriting (1983),
que por más que se afirme que se conoce la clave del éxito, lo único que había
aprendido en muchos años trabajando allí era que “Nadie sabe nada”.
P- Tal es el furor del mundo de Danza de
tinieblas que ya hay fanarts e incluso coordinaste la antología Crónicas
de tinieblas, de relatos ambientados en ese mundo. ¿Te gustaría que se
hiciesen películas de la saga?
E.
V.- Sería algo maravilloso el poder ver lo mismo que veo en mi cabeza
cada vez que imagino ese mundo pero reinterpretado por otros artistas. No iba
a ser igual, y eso sería lo bueno.
Llevo tiempo pensando que vivimos aún en los ecos de los
románticos y su idea de que el individuo y su autoría, el creador, el artista
son algo sagrado, mágico, tocado por los dioses y las musas. Esa imagen
ha hecho mucho daño cuando el arte en la historia ha sido un asunto de
colaboración y artesanía. En los talleres de los grandes pintores se elaboraban
las pinturas en grupo. La literatura tradicional era reelaborada cada vez que
se volvía a narrar y los autores anónimos añadían, quitaban partes, mejoraban y
cambiaban constantemente las historias y no pasaba nada.
Esa era un poco el espíritu de Crónica de Tinieblas,
que otros jugasen con mis juguetes y disfrutar todos juntos un rato.
La idea de que alguien hiciera una película, por un lado, es
muy tentadora. Mis novelas son muy visuales, yo tengo una imaginación muy
visual y parte de imágenes para crear las escenas, casi de películas hasta con
encuadre y efectos especiales y todo. De alguna manera yo ya he visto esa
película y lo hice antes de escribir la novela. Verlo en la pantalla de tele o
del cine sería algo increíble, un sueño hecho realidad.
P- ¿Será Alba de tinieblas la que cierre el camino
empezado por Joannes Salamanca o tendremos más?
E. V.- Probablemente no, pero ahora mismo se me hace
muy cuesta arriba seguir con la serie. Alba de Tinieblas ha sido una
obra que me ha llevado mucho esfuerzo. He acabado exhausto. Necesito algo de tiempo
para iniciar otra novela de la saga. Lo único que puedo decir es que cada vez
más me apetece contar lo que le pasa Salamanca después de Danza de Tinieblas.
Sería, por tanto, una continuación formal de Danza de Tinieblas, o sea, Danza
de Tinieblas 2.
P- En un momento
dado comentas que “sin desafío no sabes escribir”. ¿Cuál crees que es el mayor
desafío de un escritor? ¿Cuál ha sido el reto más grande al que te has
enfrentado como autor?
E. V.- Terminar una novela, sin duda. Yo me crié como
escritor en una época en que nadie escribía novelas porque nadie te las habría
publicado. Escribíamos cuentos y a menudo nos los publicábamos unos a
otros. Eso a mi personalidad muy poco capaz de concentrarse mucho tiempo en
algo le venía muy bien. Llegué a hacer una novela corta pero el impulso
no me daba para más.
Luego
llegó Stranded, que es mi primera obra larga y el desafío de extender el
esfuerzo en el tiempo y escribir trescientas páginas me pareció descomunal. Lo
fue. Vencer a ese desafío y luego escribir cosas aún más largas y complejas es
el combustible que, como decía al principio, me mantiene pegado a la tecla.
A parte de la longitud me he autoimpuesto otros desafíos
potentes. El de aprender a hacer diálogos fue uno difícil y otro el de
crear personajes femeninos creíbles e interesantes. Son dos temas muy
diferentes pero los dos supusieron en su momento un gran desafío.
Tengo más retos. Sí, varios: el humor es uno. El otro es la
novela juvenil. Uno más: los libros para niños muy pequeños.
P- El tema político y la crítica social son
constantes en tus obras (esto se ve en las dos partes de Memorias del Gran
Anillo, “Milites” y “Dioseros” y en la ya mencionada trilogía, entre otras
novelas). ¿A qué se debe? ¿Crees que la ciencia ficción debe servir a estas
cuestiones?
E. V.- Si hay algún género que trata ese tema es
desde luego la ciencia Ficción. Se ha dicho a menudo que los personajes en las
novelas de CF son las sociedades y las sociedades respiran política, son
política, que no es otra cosa que el arte de ponernos de acuerdo, por mucho que
el término y sobre todo sus actores, estén tan denigrados hoy día. Para poner
las cosas en perspectiva basta saber que la guerra es el fracaso de la
política.
Servir a esas cuestiones no, porque ningún arte debe servir
para nada de forma premeditada. El arte no debe ser utilitarista sino estético.
Eso no significa que luego tenga no una, sino muchas funciones; pero si
empezamos a hacer arte con intención de algo llegamos enseguida al panfleto, al
egotrip y a cosas aún menos deseables como la publicidad.
El arte no debe
ser utilitarista sino estético
P- En La aritmética del
caos y en Nos mienten adelantas posibles futuros para España. Han
pasado tres años desde la publicación de esa segunda novela, ¿piensas que la
deriva del país será similar? ¿Piensas que el futuro será distópico?
E. V.- ¡Ya han pasado tres años! No me lo puedo
creer.
Bueno, a pesar de que mis escritos a veces son muy
pesimistas, yo no lo soy. Hay pruebas, sobre todo estadísticas, de que vivimos
en el mejor periodo de la historia; donde menos gente pasa hambre y donde hay
menos muertes y guerras. ¿Eso significa que debemos relajarnos y volvernos
neoliberales? No, queda mucho por hacer, muchísimo en muchos campos; no siendo
los menores de ellos el cambio climático, el neoliberalismo depredador, la
corrupción, las libertades individuales, el nacionalismo y el machismo.
Hay mucho que hacer pero quiero ser positivo en dos
aspectos: las cosas tienen solución y la solución será científica, atea,
tecnológica y racional. Todo lo que nos aleje de eso, es un error.
Las cosas tienen
solución y la solución será científica, atea, tecnológica y racional.
P- ¿Qué nuevos proyectos literarios despegarán en lo que
queda de año y en 2019?
En breve aparecerá una novela juvenil llamada Sueños de
fuego, que me hace mucha ilusión. Es la aventura que me hubiera gustado
leer de joven. El otro proyecto es otra novela juvenil que está ya terminada y
que quiero reescribir para arreglar un problema grave que tiene y si logro
revivirla, buscar un editor.
Para más adelante, tengo entre los dedos una novela “a la
Miyazaki” no diré más.
Me gusta terminar con un apartado de recomendaciones, así
que quiero pedirte que recomiendes:
a.
Un libro (que nos haga viajar en el tiempo)
Pavana, de Keith Roberts, aunque es un viaje lateral,
no longitudinal.
- Una película (que haga pensar)
Stalker. Hace poco he participado en un podcast
hablando de ella.
- Una canción (que nunca faltaría en tu lista de reproducción)
Shine on
your crazy, diamond,
de Pink Floyd. Es la banda sonora de La aritmética del caos.
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