jueves, 2 de febrero de 2017

Níscalos de Sangre. Parte 1: Primera sangre

De todos los conflictos de la historia que ha habido tal vez el mas ridículo y cruento fue la guerra de los Níscalos, y para entenderla puede que tenga que contarla desde el principio...

El Viaje.

En el Verano de 1893 sus majestades de nuestro excelso país, pidieron a Jorge García de todos los Vapores, presidente en funciones de la Real academia de Ciencia puras y exactas que hiciera un estudio sobre los alimentos que podían ser usados para crear potentes combustibles.

A su vez el Sr García de todos los vapores que era de profesión Ingeniero encargo esta misión a un subalterno, que a su vez transfirió dicha demanda a otro y así sucesivamente hasta que se le encargo a un joven investigador.

-Le aseguro que el Joven Ortegi Olasolo es mas que apto para esta investigación, es natural de un pueblo de las Vascongadas- Dijo el secretario Ortiz Nuñez, y con voz alegre continuo- Es un joven botánico, de naturaleza amigable y entusiasta, ya ha partido a hacer investigación de campo, y solo hace una hora que le comunique la misión.

Ortegui Olasolo era un hombre de estatura media, delgado, aunque seria mas preciso decir que chupado de carnes, su madre le decía que parecía un pajarito, gustaba de vestir de color pardo y verde oliva, con excepción de su txapela de ala corta de color Naranja, su traje al igual de sus manos estaba siempre manchando de tierra y turba, sus uñas cortas y ennegrecidas sujetaban con primor un atadillo de libros y una maleta de cuero que tenia muchos remiendos.

Sus orejas de soplillo se habían quemado por el sol, y bulbosa nariz estaba tremendamente quemada también, pese a ser joven su tez estaba satinada de arrugas, y sus profundos ojos verdes destellaban mientras recorría las calles de la Capital Hacia la lejana estación de Mediodía, para coger un tren camino al norte.

El Tren era una maquina puntera, desprendía en su avance una columna de humo blanco y denso. La maquina de vapor tenia una doble chimenea negra y roja, su cuerpo cilíndrico sobre un tren de ruedas movido por un sistema de bielas dobles estilo mikado, había sido equipado con un quitapiedras de hierro fundido, que le dotaba de un aspecto magistral y asalvajado. tras el había dos vagones de primera y tras este otros dos de segunda, uno de tercera y el de equipajes, por no complicar mucho la narración solo describiré el vagón el que viajo Ortegi, el vagón de segunda se encontraba lindando con el primer vagón de tercera tenia asientos con respaldo, hechos en laminas de madera, rectos y clavados al armazón, con reposabrazos del mismo material, las cortinas de tupida loneta marrón, tamizaban la luz diurna del agosto.

La inexorable marcha del tren hacia el contrapunto al atestado vagón, en el se mezclaban aromas y colores que embotaban los sentidos, la maleta estaba bajo su asiento y asomaba entre sus piernas bajo su brazo izquierdo, pegado a la ventana el atado de libros, sobre el que apoyaba el codo del brazo en el que sostenía el libro titulado "Micología aplicada del Dr. Hander K. Leiser" Ajusto sus quevedos de latón con el índice de su mano libre y a continuación paso pagina con parsimonia, leer el ajado libro era mas un vicio que una necesidad, pues el ya lo había leído varias decenas de veces.

Las frecuentes paradas del tren del norte fueron dejando el vagón vacío,  poco a poco el olor de almizcle, humo, carbón y sudor fue purgándose, y siendo remplazado por un olor a Pino y tabaco de pipa rubio, perfume de rosas y humedad, y el vagón empezó a llenarse de nuevo y el olor a sudor, hierro candente y carbón se volvió a hacer, el talante agradable de Ortegi cambio con los olores, su sonrisa de ensancho sus musculos se flexionaron y cuando el revisor anuncio Próxima parada Bilbao, lo que provoco la reacción de todos los viajeros, pero el primero en llegar a la puerta fue Ortegi.

Descendió de un salto, y corrió el corto trecho hasta la salida de servicio, la que solo usaban los ferroviarios y estaba prohibida para los demás, un ferroviario viejo le vio pasar, pero no pudo impedirle el paso, dado que el Botánico ya estaba saltando a un coche de punto.

Poco después, se encontraba en un carro de camino al pueblo de Deva, de donde Ortegi era Natural, el camino por carreteras sin asfaltar era abrupto, bordeado de bosques mixtos, plagados de trinos estivales y un calor sofocante.


El conflicto de los Gorria y Zuria.

En Deva hacia mucho que las cosas habían cambiado, pese a ser un pueblo costero y no muy grande, era de importancia, por su serrerías, pero también por sus aguas y baños, tenia cierto encanto rural y por ello se hacia plagado de castellanos, aquello había causado algunos problemas pues a muchos de los lugareños no les gustaban los forasteros, y paulatinamente mientras Ortegi se encontraba fuera estudiando, primero en Deusto después en Madrid, habían cambiado, y eso lo vio claramente tan pronto como reabrió la vieja casa de su familia, en el camino había visto que los lugareños, la mayoría había tornado sus txapelas Blancas o Rojas.

Hay que decir que este cambio simbólico no tenia relación con la moda, sino con sus sentimientos sobre los forasteros. aquellos que portaban la txapela Zuria (Blanca) opinaban que los forasteros debían marcharse, mientras que los que la vestían Gorria (Rojas) veian bien que se quedaran y gastaran sus dineros en los comercios locales.

Ortegi Olasolo, no portaba ninguno de ambos colores, y no tenia intención de hacerlo, tan solo de buscar en los cercanos bosques, Esne gorri, también conocidos como Níscalos. Sobre los cuales pensaba que podía destilarse un potente alcohol o aceite, del cual talvez pudiera ser la respuesta a las peticiones que el secretario Ortiz Nuñez.

Primera Sangre.

Ortegi no tardo en reinstalarse en su vieja casa, era la casa familiar, antaño atestada de personas ahora lo estaba de polvo libros y recuerdos, aquella casa había albergado a mas de una docena de personas, y ahora sus muebles casi vacíos solo guardaban polvo.

Un maravillado por la importancia de el encargo sus manos volaban sobre la superficie de la mesa quitando el polvo con un trapo viejo, la maltrecha escoba empujaba y golpeaba el polvo y retiraba las telarañas, finalmente el salón pareció de nuevo utilizable, la luz de la noche daba un aspecto melancólico y mágico a la estancia, finalmente Ortegi Olasolo estaba en casa, derrumbado por el cansancio se sentó sobre el viejo sofá y cayo rendido ante las garras de Morfeo.

El sueño, muy vivido le devolvió a tiempos atrás, cuando su Aitate (Abuelo) le llevaba de excursión al bosque, y bajo los pinos de otoño rodeados matorrales y canto rodados buscaba los preciados hongos, los cortaba y los ponía en cesta. Era un sueño placido.

Al despertar saco de su maleta un trozo de queso y una navaja para setas, con esta corto el duro queso, y comio una buen porción mientras vaciaba el contenido de la maleta sobre la mesa, un microscopio, un mechero bunsen con peana, una caja con frascos con tinturas, una caja de viales de cristal y muchos mas enseres de naturaleza mas personales en los que por decoro no voy a entrar en detalle.

en el bosque un susurro de pisadas dio paso a una silueta que se movía en la maleza, se arrodillo al borde de un pino, coloco una cesta de mimbre rojizo y con una corva navaja, empezó a cortar el pie de los níscalos, su pelo castaño rojizo estaba recogido en una coleta de raíz bajo su visera alba, tarareaba una musiquilla pegadiza dulce y  agradable que se fundía con el murmullo del bosque y sus habitantes, una mano la aferro por la cintura y otra mas la tapo la boca, noto el amargo y rancio calor del aliento cargado de licor de hiervas, la callosa mano le impedía respirar, pataleo, pero su agresor la arrojo por los aires, voló una corta cantidad de metros, hasta golpearse con un risco del desnivel.

Se hizo el silencio atronador, las aves dejaron de piar y graznar, y el aire dejo de agitar la maleza, tan solo los pasos inseguros y rápidos de un hombre temeroso y espoleado por la bebida y el miedo que se adentraban en el bosque.

Necane Arrizabalaga, de apenas 11 años, estaba muerta, su cuerpo tendido en la ligera loma, plagada de níscalos, la herida en su sien teñía su cabello y los níscalos que había enredador, níscalos de Sangre.


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