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jueves, 19 de octubre de 2017

Biografías de ficción Vol. 4

Este juego es uno de los más sencillos que hacemos, su mecánica es sencilla, solo tienes que escoger a un personaje histórico y reescribir su biografia en clave de fantasia de vapor, haciéndote la pregunta como seria la vida de Fulano o mengano en un mundo Steampunk, en esta cuarta edición han salido las siguientes biografías.


TREVITHICK, EL HÉROE OLVIDADO DEL VAPOR.

Hijo de un ingeniero minero cornuallés, Richard Trevithick se vio atraído por la máquina que por entonces estaba siendo un rotundo éxito: la de vapor. Es por ello, que a los 19 años empezó a construir sus propias máquinas.

Mas su más directo rival, James Watt, veía todos sus movimientos, y siempre trató de ponerle trabas en sus innovaciones, usando princip...almente la patente como método para llevarle a juicio. Pero ni aún con estas, el Capitán Dick (como se le conocía a Trevithick por su tierra natal) se rindió.

Las figuras de Watt y Trevithick fueron el Edison y el Tesla de la era Georgiana-Regencia (finales XVIII - principios XIX). Watt contaba con una máquina de vapor de tamaño mayor y más segura (presión atmosférica), además de una empresa que las suministraba a industrias y minas, pero más lenta y de menor rendimiento. Trevithick, por el contrario, construía máquinas más versátiles y pequeñas, además de más potentes (alta presión), pero por esa misma razón más peligrosas (no olvidemos que en esa época se empiezan a mejorar las técnicas de fabricación).

No obstante, sus encuentros en privado con William Murdoch, inventor de un carro a vapor en miniatura, le dieron la idea de poner una de sus pequeñas "puffer" sobre un carro y que anduviera por si sola. Y así lo hizo.

En 1801 construyó una caldera con ruedas y pistón, y en la víspera de Navidad, consiguió subir, junto con otros amigos igual de aventureros que él sobre esta bufante criatura metálica, "Puffing Devil" (Diablo humeante) la Cuesta de Camborne hacia Beacon. Con sumo esfuerzo y sudando tanto los pasajeros como la máquina, alcanzaron su meta, para regresar colina abajo. Por ello, para celebrar este triunfo, marcharon a la taberna local para celebrarlo, pero olvidaron apagar el fuego de las entrañas del carruaje a vapor.

Por suerte, un ingeniero minero que paseaba por allí pudo comprobar el prodigio de aquel invento, justo cuando se le veía resoplando más de lo normal. Cuando comprobó el nivel de agua, vio que ya apenas tenía, por lo que pidió a los paisanos que rondaban por allá que salieran de la zona, debido a la posible explosión que era de ocurrir. Estos gritos llegaron a oídos de Trevithick, que se lanzó cual rayo al sitio de su máquina, con tiempo suficiente para inyectar agua al interior y calmar así los ánimos de la bestia.

Tras liberar algo de vapor a la atmósfera y bajar la presión, Trevithick habló con el ingeniero, y este le propuso usar una innovación que había preparado para sus calderas en la mina, ya que el fogonero era un tipo bastante dado al alcoholismo. Le presentó una tuerca que contenía un poco de plomo en su interior, y tras instruir al Capitán Dick sobre que tal tuerca se colocaba entre el fuego y el agua de la caldera, y de cómo, ante la ausencia de la última, fundía el plomo, liberando la presión de la caldera al exterior y alertando al personal de tal hecho, pero sin peligro de explosión.

Trevithick, encantado con tal innovación, fundó una empresa de construcción de máquinas a vapor de alta presión, y lo cierto es que gracias a la innovación del tapón fusible, pudo crear una nueva patente que desbancaba a la de Watt. Tal fue el éxito, que Trevithic & Co. produjo los primeros carruajes a vapor fiables, además de otros transportes, como locomotoras, tractores, máquinas marítimas... Sin olvidar las máquinas fijas dedicadas a la industria.

Hoy en día, su fama aún retumba en Cornualles, pues se celebra anualmente una carrera de carruajes a vapor subiendo la Cuesta de Camborne hasta Beacon, conmemorando el famoso hito que catapultó a Trevithick a la fama.

Imagen: participantes de la Camborne Hill Competition (Mentira, está obtenido por Internet y desconozco el autor y su título, pero los carruajes están inspirados en el London Steam Carriage, construido por Trevithick en 1803, algo que viene de perlas para imaginar cómo sería la competición en honor al Padre de la Máquina a vapor de alta presión)

(NOTA ACLARATORIA: realmente Trevithick murió en la ruina, y cayó casi en el olvido debido a la sombra proyectada por ingenieros como Watt, Stephenson y demás, pero sus inventos y máquinas ayudaron a otros a tener el camino más despejado. Su "Puffing Devil" realmente reventó a causa de la falta de agua tras la prueba mientras Trevithick y compañía tomaban algo, pero no hubo que lamentar muertos ni heridos. Sus máquinas, a pesar de innovadoras, nunca consiguieron superar las pruebas debido a defectos de fabricación ajenos al diseño y/o falta de interés por parte del público/empresarios)


Aritz Irazusta

MOZAR Y SU REVOLUCION EN EL MUNDO DE LA MUSICA

Mozart fue un gran musico, concretamente, dentro de las áreas de composición y como pianista. Puede considerarse el promovedor de la introducción de las nuevas tecnologías en la música junto con Beethoven.
A diferencia de Beethoven, concentró sus esfuerzos en la mejora del piano y su elegancia. Introdujo grandes tecnologías a vapor en diversos instrumentos y unas cuantas vueltas de tuerca y aceite en la maquinaria del piano. La b...elleza del piano llegó a su perfección con la llegada de Mozart y su intelecto tanto en la composición como en la maquinaria a base de aceites y tuercas.
Tuvo sus desacuerdos con el violín al no poder perfeccionarlo más y por basarse en cuerdas. En cambio, el piano, como era un armatoste, podía introducir sutiles mejoras en las cuerdas y en las teclas.
El mayor fracaso de Mozart (y su mayor vergüenza, según sus propias palabras) fue no poder dotar al piano de vapor. El vapor impide llegar a ciertas notas agudas al tocar dos o tres más teclas a la vez. Pero gracias a sus fracasos (que fueron de todo tipo de índole), 250 años más tarde, otro musico pudo hacer su sueño realidad.
Mozart tuvo mujer, tuvo hijos, tuvo varias mascotas (varios pájaros, entre ellos un estornino, incluso un caballo), pero lo que más amó fue su adorado piano de última generación a base de aceite y de engranajes de color bronce. También amaba pintar los pianos de colores diferentes al negro clásico de los pianos. Quería que fueran como los violines. Colores bronce, colores claros.
Lo que pocos saben es que le encantaba el billar, juego de ocio que nunca pudo mejorar con vapor, porque su truco es según la puntería del jugador. Y él puntería tenía poca, irónico dada su agilidad y manejo de las manos en instrumentos musicales.
En cuanto a su vestimenta, se le podía describir como un David Bowie de la época. Estrafalario, colores que se salían de la norma, maquillaje alucinante, peinados y pelucas estrambóticos, zapatos con taconazos a lo bestia (recordemos que los tacones, originalmente, eran para hombres y con el paso de la historia, se adjudicaron a las mujeres, pues imaginaos a Mozart, como si fuera Lady Gaga, tacones que eran la envidia de sus admiradores hombres), chalecos con tuercas negras y marrones por todas las mangas en diferentes estilos, sombreros con toda clase de adornos (plumas, relojes, tarjetas…), pañuelos con plumas…. Un hombre estiloso en toda regla.
Mozart fue un pionero. Vivió rápido, disfrutó de países, de sus pianos y de sus composiciones, su fama recorrió el mundo entero y sus fans, tanto de la música como de la ingeniería de los pianos, se le echaban encima. Su mujer alucinaba con tales admiradores.
Era como una estrella del rock, pero inventando por el camino. Ya no quedan músicos como él que lleven la música no solo a la creación de composiciones, sino a la mejora de los instrumentos.
Marina González

Olive Oatman, la primera mujer blanca tatuada.

Olive Oatman fue una niña de una familia mormona que en el verano de 1851, se desplazaba con su familia de Utah a California, a causa de un conflicto entre su rama Mormona y la rama principal.
Fue en este viaje cuando todo cambió para ella, pues su caraban fue atacada por Apaches, que mataron a todos. Menos a Olive y su hermana Ann, hechas presas y vendidas por los Apaches a los Mojave, estos famosos por su crueldad y sus Tatuaje...s, símbolos de su poderío dieron un nuevo hogar a las niñas, Ann y Olive pasaron a ser parte de la familia del jefe, para evitar que fueran maltratadas las hizo tatuar en sus rostros.


La tinta azul tomó forma de flechas y líneas en la barbilla de Olive, quien vivió muchos años con los indios, hasta que los Aero cartógrafos de la división de cartografía de ferrocarriles la avistaron en las cercanías a un campamento indio.
El rumor de una esclava blanca en un campamento corrió de boca en boca, y el capitán Nathaniel Crush del 3º de caballería aerotransportada tomó la misión de rescartarla, más por ser un héroe de guerra que por la necesidad de Olive, que al ser adoptada por el jefe gozaba del respeto y el apoyo de los indios.
Ann Oatman enfermo y murió al poco de llegar al campamento, es por eso, que cuando la caballería descendió del dirigible y cargó contra los indefensos indios en una gloriosa victoria solo fue rescata Olive, Y así a la edad de 19 años regresó a la civilización, aterrizando en fuerte Yuma, ataviada con ropas indias,
Después de que el escritor Royal B. Stratton, escribiera en 1857, el libro que narraba las aventuras de Olive Oatman y su hermana Ann, Olive contrajo matrimonio con el ganadero John B. Fairchild, pero su matrimonio fue estéril y no tuvieron hijos, adoptaron a un niño en texas, Olive murió en 1903 a la edad 65 años, con una manifiesta añoranza a la tribu india en la que se crió y fue tan feliz.

Mikel V. Gómez

Todo el mundo sabe quién es Edgar Allan Poe, ese pobre hombre borracho autor de los cuentos de terror más escalofriantes y renovador de este género. Pero yo quise profundizar más en este personaje triste, de cara asimétrica y que portaba siempre un frasco de extraño líquido verduzco.
Así que decidí entrevistarle.
Fui a su apartamento, que no era más que un cuartucho de hospital abuhardillado en un pueblo perdido de los Estados Unidos.
Apenas había luz, salvo algunas marchitas velas. Un maullido del Averno me estremeció cuando penetré en lo que supuse que era el salón. Un par de ojos ambarinos se cruzaron conmigo, y un bufido me hizo dar un paso atrás.
-Tranquilo, es muy bueno. Pase.
No había reparado en él. Estaba esquelético, el traje raído le quedaba gigante, y su cravat se antojaba una horca casera. Le tendí la mano que sacudí con todo el cuidado que pude y, sin que pudiera añadir nada más, me sirvió una copa de whisky.
Apenas quería responderme. Tosía con dificultad y parecía muy enfermo. Pero sí que me confesó la mala experiencia de perder a sus progenitores incluso de antes de nacer. Contrariado, me explicó que sus "padres", los dos artistas de espectáculos ambulantes, eran un mero sustituto de los reales, una copia, un par de fantasmas.
-En ese mundo, -Decía- para ser el mejor tienes que ser eterno, indestructible. Y ellos lo eran. Lo que se marchó con ellos fue el cariño, el tacto. Sus cuerpos pasaron a ser piezas automáticas, metales, tornillos... Recuerdo haber pasado mis primeros años puliendo sus brazos y rodillas. Querían que yo fuera uno de ellos... Pero huí. -Silencio.- Entonces el tren en el que viajábamos reventó a causa de una explosión. Años más tarde sabría que fue porque un cuervo entró en la cabina del maquinista, despistándolo, y provocando la desviación y destrucción. Esos malditos pájaros...
Graj, Graj. Llaman a la ventana. Poe me pide que no la abra bajo ningún concepto, "Son los cuervos, vienen a llevarme..." Bebe. Bebe sin cesar. En un par de ocasiones da dos cabezadas y debo despertarlo. Le pido que me cuente acerca de su mujer, Lenore. Y sé que he hecho mal. Rompe a llorar como un niño desolado y el minino me bufa, restregándose contra él. Me levanto para intentar calmarlo y me fijo en las paredes: todo está empapelado de cuadros de mujeres que, de alguna forma, son todas la misma. Todos en un marco ovalado que produce pavor.
Graj, graj. Me despide. Dice que será la última que nos veremos. Probablemente la última vez que lo vea nadie. Con una suave palmada en la espalda lo animo, cubriéndolo de pelos sin querer.
Cuando salgo apenas brilla la Luna, solo se oye graznar a los pájaros. Y, como si subiera a un carro lunar tirado por las aves, lo veo salir por el alféizar sin miedo, ebrio de gozo.
No sé si reír o llorar, no sé qué hacen los humanos en estos casos.
Me encojo de hombres y me calo el panamá. Al día siguiente descubriría que lo encontraron muerto y perlado de sangre.
Trepé a su habitación y allí estaban todos sus escritos, además de un par de féminas que husmeaban. Mecido por la cólera, me dejé llevar y robé los manuscritos. Al salir, y con dos cadáveres en la lista, un cuervo gritaba:
-Nunca más, nunca más...
Baltimore, 1849, Firma (un manchurrón de tinta gigante con forma de huella de orangután)
M. M.



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