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jueves, 23 de marzo de 2017

Niscalos de Sangre Vol.2 Ojo por Ojo

Primera parte. Parlamento de Buhos.

Ortegui no conocía a la difunta, pero había conocido a la familia, se había criado con ellos en su niñez, por eso se acerco a la Taberna de "La Edurne" para dar su pésame a la familia, El edificio era de madera, con un escalinata para entrar por un lado daba a la calle principal, y por el otro al mar, cuatro columnas de madera sujetaban el techo, y los muros, separando la planta de la taberna de la residencial, Edurne lustraba amenudeo los pomos de las puertas, y el latón se veía brillante, la madera se barnizaba cada año, dejando el color pino carrasco original a vista. las mesas también de madera, algunas cuadradas y otras redondas con taburetes desiguales, la barra corta y estrecha ocupaba una esquina junto al moderno grifo de cerveza, la parte trasera estaba llena de estantes con botellas y dos abigarrados barriles de vino, llenos del Txacoli (Vino joven, con poco cuerpo) de temporada, los Niscalos asados y las chuletillas siempre llenaban los pulmones de Ortegui.

Se quito el abrigo, la txapela y lo colgó en el perchero junto a su viejo paraguas, miro la sala con cuidado, parando en tantos detalles como pudo, vio una mesa llena de turistas, parecían madrileños, con su aire urbanita, incluso portaban aquellas mascaras tan de moda en la ciudad para filtrar el aire contaminado, debían haber llegado en el Zeppelin del domingo y aun no conocían la desgracia acaecida el día anterior.

Un poco mas para allá estaban los parroquianos habituales, en una mesas las txapelas rojas, en otra las blancas, mas silenciosos que de costumbre, mas confabuladores, unos parecían cuervos, los otros alondras, y a ojos de Ortegui todos conspiraban.

Ortegui tomo asiento en una mesa libre, saco su manoseado cuaderno y su grueso portaminas, desplego el plano del bosque y lo examino detenidamente, tardo varios minutos en darse cuenta que la camarera de Abundante busto y con gran parecido a Edurne estaba parada delante de el con los brazos en jarras, tosía de manera discreta para llamar su atención.

Ortegui levanto la vista, y pidió con un hilo de voz un chato de vino y un bocata de chistorra. Musito unas palabras sobre el pésame y volvió a centrarse en el mapa, vio donde había muerto la niña, y decidió alejarse de esa zona hacia lo profundo del bosque, marco una ruta siguiendo uno de los arroyos, y empezó a revisar en el cuaderno las anotaciones de los ejemplares y los experimentos hechos con ellos

-Nota nº7 Los Níscalos comunes son poco energiticos en su combustión inicial, en estado solido.- leyó en voz alta, - probar a refinar aceite, al 100%.

Hizo una marca en el cuaderno y reparo en el rezumante bocata, de roja longaniza y el vaso de barro cocido lleno hasta casi el borde con dulce y frio Txacoli, dio un trago, después dio un tiento al grasiento y humeante bocata, su boca se vio embargada del sabor de la Nostalgia, casi podía ver a su abuelo sentado allí delante de el con su cesta rectangular, limpiando, con su curvo cuchillo para setas, los pies, y enumerando las partes y sus usos- Veras Ortegui,- Recordó este con una lagrima brotando de su comisura- El bosque es misterioso, y uno de sus misterios son estas setas, Estas setas que ves aquí solo crecen en lo profundo del bosque, se parecen al Níscalo común...

El carraspeo de la camarera le saco de su trance, se encontraba delante de el, el gesto de su mano abierta en cacillo solicitaba, sin lugar a dudas, el pago.

-Eres Familiar de Edurne- pregunto Ortegui mientras se limpiaba con el ajado pañuelo de tela, y lo devolvía al bolsillo de su chaleco.

-Si, es mi Tia,- dijo la joven, mientras movía la mano para recalcar su deseo de pago- yo soy Arantxa.

-Bien, Arantxa, y dime se caso... - pregunto mientras extraía de su bolsillo algunas monedas y se las daba a la camarera. -... con alguien?

Arantxa cogió las monedas, Negó con la cabeza, las miro las monedas largo y tendido, y se fue para darle la vuelta, pero cuando se dio la vuelta para volver con el dinero Ortegui ya había salido.

Segunda Parte. Jubilo de Alondras.

Si Ortegui hubiera estado atento se habría dado cuenta de que los tertulianos de la taberna planeaban algo mas que como ganar al domino. Pero Ortegui estaba centrado en sus cosas, por un lado se acababa de producir una revelación maravillosa para el.

Ella seguía Soltera, el corazón le daba brincos en el pecho. Impulsado por esa fuerza casi mágica fue hasta su casa, recogió los enseres de campo, la navaja de setas, la cesta mugrienta, y su plano, y se adentro en el bosque, siguiendo la ruta que su abuelo le había enseñado, se cruzo con un buen numero de Paisanos del pueblo, parecía que medio pueblo estaba allí buscando setas.

Un zepelín sobrevoló la costa, pero enseguida lo perdió de vista, se interno en el bosque y las copas de los arboles le impedían ver el cielo, tomo el camino mas lleno de zarzas, se detuvo para recoger algunas moras del zarzal, y con mano experta y callosa recogió un buen numero de estas hasta llenar uno de los botes de cristal que usaba para tomar muestras, después llego al pequeño arroyo, aprovecho para rellenar su pequeño odre, casi sin pensar empezó al silbar una vieja canción, una que su abuelo solía silbar.

Mientras silbaba esa canción podía imaginar a los espíritus del bosque pululando a su alrededor, los basajunts (Ser mitológico de la mitoligia Vasquense, parecidos al pies grandes) Altos y velludos escondidos entre los arboles y los riscos y los genios nocturnos dormitando en las oquedades de los arboles.

Se sento en una roca, y comprobó el mapa, estando abstraído en esta tarea empezó a oir unas voces, debían estar al otro lado de la loma.

-Hay que hacer algo- Decía una voz viril y juvenil, con tono exaltado- esto no puede quedar así.
-Calla, no digas esas cosas,- contesto una voz cascada- estate tranquilo hasta que las aguas se tranquilicen, ahora las cosas están revueltas.
-pero algo hay que hacer,- Apostillo una voz femenina- A muerto alguien y eso es muy triste, pero los extranjeros no dejan de venir...

Los tres desconidos de txapelas rojas dieron la vuelta a un conjunto de arboles y vieron Ortegui, escrutando su mapa, y rellenando su demacrada pipa con picadura, de la mas barata, lo hacia con la parsimonia con la que hacia casi todo, estos vieron a Ortegui, y el a ellos, intercambiaron saludos, y algunas frases sueltas.

-Tengan cuidado- dijo Ortegui- Los basajaun se pirran por los frutos, dijo señalando la cesta llena de moras que la joven mujer llevaba colgando del brazo.
- Claro, descuide, Joven.- dijo el barbudo anciano- mis nietos saben como deshacerse de ellos.
- Su cara me suena- Ortegui miro al anciano- no solía usted vender tabacos en la taberna de Edurne.
-De eso hace mucho,- dijo el anciano mientras taladraba con la mirada la cara de Ortegui- ¿no puede ser?,¿no serás Ortegui? el Nieto de Aitor.
-El mismo, Volví hace poco, cosas de trabajo- dijo con voz jovial.
-Te hacíamos en la Capital para los restos,- Sentencio el anciano.
-Valla con dios -dijo el Joven, apremiando a su abuelo para que avanzara por el camino.
-Disculpe a mi nieto- Dijo el anciano desasiéndose de la atenazodora mano del joven que tironeaba de su brazo- es joven y muy impulsivo- Giro la cabeza hacia este- Preséntate, no seas maleducado.
El joven, con rigor de pocos amigos y voz forzada dijo- Soy Patxi, y esta es mi hermana Necane. Ortegui devolvió el saludo con la cabeza y se puso en pie para dejar paso al anciano y sus nietos por el estrecho sendero junto al arroyo.

Ortegui siguió el camino, sin dar más importancia a lo que había ocurrido. Avanzando hacia el centro del bosque.

Tercera parte. La yesca que golpeara el pedernal...

Ortegui volvia ya el bosque había conseguido un buen numero de ejemplares de edades y tamaños diferentes, aun le inundaba la felicidad de saber que la que fue el Amor de su juventud seguía Soltera, y estaba pensando en como seria el reencuentro, cuando al poco de llegar al pubelo, por el sendero del bosque vio a la joven Necane, se encontraba junto a su Abuelo, este estaba sendado en el suelo, con la espalda apoyada contra un nudoso pino, tenia una herida sobre la ceja, que sangraba lentamente

-Ya he puesto a esos críos en fuga- Dijo Patxi, que venia corriendo por la calle que daba al centro del pueblo.- Esos malditos Zuri (Blanco, hace referencia al color de la txapela), mandan a unos críos a tirar piedras a un anciano, no tienen  modales- Bramaba con aspavientos mientras ayudaba a su abuelo a incorporarse para empezar a adentrarse, ahora, en el pueblo.

Ortegui se agacho a recoger un trozo de piedra manchada de sangre, lo examino con mirada, yesca, y acompaño al anciano hasta la calle principal ayudando a Patxi a guiar al anciano, Necane les seguía a corta distancia.

la despedida fue breve, Ortegui volvió a su casa con sus especímenes, el ultimo suceso había ensombrecido su estupendo día, y no tardo en intentar recobrar la normalidad, pensó son solo cosas de niños, mañana al desertar todo estará olvidado, mientras sus manos desplegaban lo que había traído en su cesta por la mesa, y empezaba a cortar algunas rodajas y catalogar los especímenes no solo por su procedencia, si no por sus características al microscopio, el sueño le alcanzo trabajando y se dejo caer en el butacón, poco después Morfeo lo condujo a su reino, hasta que el gallo le despertara.








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